miércoles, 12 de marzo de 2008

“Sobre la extraña costumbre de dormir juntos”



Por Julio Villanueva Chang- Director de la Revista Etiqueta Negra

En las telenovelas (y fuera de ellas) se repite la escena de un hombre jurando a su amante que ya no duerme con su ex mujer. Supone una prueba de que esa historia fracasó, o más aún, la metáfora de que no hay más sexo entre ellos. La amante, entonces, no le cree (con música de fondo). ¿Por qué la noticia de que una pareja duerme en camas separadas es una evidencia de su malestar? ¿Por qué dormir en la misma cama es un indicio de la perdurabilidad de un amor?
En una carta a un amigo, Chejov admitía que algún día se casaría pero bajo ciertas condiciones: Ella tendría que vivir en Moscú y él en el campo, y el escritor iria a visitarla. “No puedo soportar esa clase de felicidad que dura día tras día, de una mañana a otra –decía Chejov-. Cuando alguien me habla un dia y otro de las mismas cosas y en el mismo tono de voz, me enfurezco.
Prometo se un marido maravilloso, pero deme una mujer que, como la luna, no aparezca todos los días en mi cielo”. No era sólo el horror de Chejov a la ceremonia de bodas, si no una intolerancia odiosa rutina en el ritual de ser pareja, esa suerte de fatalidad entre los convivientes. Chejov apreciaba su soledad incluso en la proximidad de una mujer muy querida, y no tanto por su condición de escritor en cuanto tiene que ser un oficio solitario. La suya no era una excentricidad de artista: antes de la Revolución de lennin, era costumbre que los matrimonios burgueses rusos durmieran en habitaciones separadas. Pero basta el sentido común para creer que la aventura de ser pareja y vivir separados tampoco es una excentricidad, y menos lejos de Rusia: la Fundación Nacional del sueño de Estados Unidos encuestó a mil quinientos adultos en pareja y llegó a la conclusión de que el veintitrés por ciento de ellos solían dormir en solos por los ronquidos, las patadas y otros disturbios causados por sus compañeros de cama. Cada noche, estas molestas criaturas suelen robar a sus amantes un promedio de cuarenta y nueve minutos de sueño profundo, decía la encuesta, y más de la tercera parte de los entrevistados admitía que su historia conyugal dañaba si uno de los dos no permitía que el otro descansara en paz. La estadística no incluía a parejas de adultos que duermen separados por temperatura ambiental o por no querer despertar al otro lado con la alarma del reloj. No incluía a adictos al trabajo como Eva Perón, cuya vehemencia en la obra social, dicen, la llevaba a acostarse cuando su marido ya se había levantado de la cama para volver a ser presidente. Ni tampoco a los fundamentalistas de dormir en CAMAS SEPARADAS como Jean Paul Sartre y Simone Beauvoir. Ni a durmientes por intervalos como Napoleón, a quien debia resultar imposible tolerar en la misma cama durante las horas normales de sueño. Dormir juntos siendo una pareja siempre ha sido una extraña costumbre en la prehistoria fue una estrategia de seguridad que protegía a la tribu de enemigos naturales como el frío y los depredadores, incluido el ruidoso acto de roncar. Luego, en Egipto, era habitual que durmieran el señor con sus criados, y la dama con sus doncellas, y que a los huéspedes se les invitara a dormir en al misma cama. En Francia, antes dela Revolución, el rey y la reina se retiraban en público cuando se iban a dormir juntos, y este guiño social no ocurría cada día. Si una pareja tiene la ilusión de durar, la negativa a compartir la misma cama cada noche podría ser un primer saludable desacuerdo. Una cama King size sería el principio del fin. Se necesita una estrategia doméstica para tolerarse tanto tiempo: Tim Burton y Helena Bonhan Carter, el cineasta de El Joven Manos de Tijera y la actriz del club de la Pelea, se quieren, tienen un hijo y viven en casas separadas. Se necesita una estrategia para extrañarse y desearse con menos infrecuencia. Al fin y al cabo, los chimpancés macho y hembra nunca duermen juntos y siempre parecen más felices. Por lo menos en animal planet.

Fuente
Etiqueta Negra una revista para distraídos (de la literatura)
Pág. 6, de la Número 33, febrero del 2006

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Alguien me dijo una vez que extrañar hace bien, sobre todo si extrañas a quien amas...

yui dijo...

pues yo escuche que no se deja a quien se ama!! snif