lunes, 3 de agosto de 2009

La mañana está en calma, sin rumores; en calma...

La mañana está en calma, sin rumores; en calma,
como para ofrecerse a un dolor más tranquilo;
y tan sólo, chocando con las hojas marchitas,
el fruto del castaño se desliza hasta el suelo.

Calma y profunda paz en estas altas lomas
y en gotas de rocío que inundan las aliagas,
y en esas telarañas de plata, que entre el oro
y el verde centellean.

Calma y tranquila paz en la llanura vasta
que a lo lejos se tiende, con boscajes de otoño,
y en las granjas pobladas y en torres que se tornan
menudas y se mezclan con el mar murmurante.

Calma y profunda paz en el aire anchuroso,
en las hojas que torna rojizas la otoñada,
y si en mi corazón hubiere alguna calma,
será desesperanza tranquila, solamente.

Calma sobre los mares y plateado sueño
y correr de las ondas, que van a su reposo;
y calma de la muerte en aquel noble pecho,
que alienta, pero sólo con las aguas profundas.

Poema de Alfred Lord Tennyson


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